“Hablar de medio ambiente es, al final, hablar de defender la vida. Y, desde el periodismo, es defender el sentido común”. Con estas palabras y ad portas de un devastador diluvio en la zona centro sur de Chile, el director general editorial de El Economista de México, Luis Miguel González, dio inicio al seminario-taller de directores y editores económicos ‘Energías renovadas: tras la pista de la transición energética justa y sostenible’, una instancia organizada por la Fundación Gabo en conjunto con CAF - banco de desarrollo de América Latina y el Caribe.
El reconocido periodista fue presentado, segundos antes, por su destacada colega Mónica González, Premio Nacional de Periodismo de Chile (2019) y miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabriel García Márquez.
Y, con diferente orden de palabras, sus diagnósticos sobre la amenaza existencial derivada de una autoinflingida crisis climática coincidieron. También sus visiones sobre el rol del periodismo: “ante ese desafío que tenemos, que es finalmente defender la vida como la hemos conocido hasta ahora, el periodismo es el agua y el oxígeno que nos va quedando”, aseguró la también fundadora y presidenta de la Fundación CIPER, un medio que con frecuencia remueve las redes de corrupción que persisten dentro del poder en Chile.
“Este desafío es mucho más importante” que lo que llegó a ser la dictadura en ese país, dijo incluso la comunicadora, quien fue uno de los bastiones del periodismo opositor a Augusto Pinochet. Y agregó que “cuando estamos juntos, cuando colaboramos, cuando la única respuesta que tenemos es hacer buen periodismo, somos capaces de darle la vuelta de tuerca a la impunidad”.
Acto seguido, Mónica González describió a los 21 periodistas económicos presentes –de múltiples naciones iberoamericanas– como “un grupo de elite, de lujo: los veo y me doy cuenta que están ávidos. Es un privilegio que tengan a Luis Miguel González”, expresó. Aseguró que “en economía, no creo que lo supere nadie. Pero, además, sabe del oficio: sabe dirigir, ser editor, como ustedes, sabe de los desafíos que tenemos y nunca ha dejado de hacer autocrítica. Es brillante”, agregando también “damos por inaugurado el taller en nombre del maestro, de García Márquez, que nos va a iluminar siempre”.
“Mucho de lo que vamos a ver en este taller tiene que ver con la relación entre periodismo, medio ambiente, desarrollo y economía”, dijo el director de El Economista de México. Pero, rápidamente, zanjó un punto: podría haber “una especie de confusión de organización: hay un maestro y están ustedes. Y lo que diría es que es más un diálogo entre colegas, es un taller. No son conferencias, quiero escucharlos, escucharlas, quiero entender qué están haciendo, cómo lo están haciendo”. O, como decía Mónica: “quítense la armadura, las corazas”, sugirió. “Mucho de lo que trataremos de hacer es tener un diálogo que dure ojalá para siempre”.
Con el inicio del taller, rápidamente se destapó uno de los más frescos desafíos para el periodismo. Luis Miguel recordó, así, una reciente conversación con algunos integrantes de la Universidad Nacional Autónoma de México: “Se enfrentaban a un tema de educación ambiental y nos decían ‘queremos que nos ayuden a formar influencers para transmitir el tema, porque no estamos llegando’”. Ante esto, describió una discusión que fluctuó entre la amabilidad y lo deprimente, “porque cuando una institución lo que necesita es un influencer y no un periodista, cuando menos se prende un foco”. Hoy –añadió–, los periodistas competimos contra la comunicación corporativa, contra los influencers y con la comunicación gubernamental. “Y para ser sinceros, con mucha frecuencia, en esa competencia somos los que perdemos”, reconoció.
Algunas líneas, sin embargo, lucen como innegociables. Si bien “no siempre hacer buen periodismo hace la diferencia entre estar o no en la conversación, si el precio que tenemos que pagar para estar es no hacer buen periodismo, esa conversación no nos merece”, sentenció.
La batalla de la indiferencia
No se trata, sin embargo, de arrogancia profesional, sino de cómo reinventarnos en un escenario en donde el buen periodismo es urgente. “La primera batalla que tenemos que librar como periodistas, como comunicadores, es la indiferencia. El desafío es cómo hacemos para conmover a quien los lee”, explicó Luis Miguel González.
Es que mientras –tal como advierte Mónica González–, “las guerras que vienen son por agua”, la vigente batalla por clics en los medios y redes digitales hace que el reto periodístico sea mayúsculo, según el director de El Economista. “Es como si estuviéramos en una serie de zombis”. Necesitamos definir “qué podemos hacer diferente para que nuestro trabajo tenga más impacto”, planteó.
Nada de esto se puede hacer sin abordar nuestra resistencia al cambio, advierte de todos modos. “Del título del taller, la palabra que más me gusta es transición. Si se dan cuenta, todos vivimos como periodistas la transición digital, que pensábamos que iba a ser un viaje corto. Pero ha terminado como Star Trek, que no va a acabar”. Hay que, por lo tanto, “reinventarse y reinventarse”, sugirió Luis Miguel. “Es una friega, pero también una suerte”.
No se trata solo de adoptar lo mejor de lo nuevo. “Uno de los actos más generosos que uno puede hacer por el otro es cambiar de opinión. Saber que lo que sabemos no lo sabemos tan bien”, añadió.
La autocrítica marcó el tono de la conversación entre el reconocido periodista y los asistentes. “Hay algo que me genera crisis existencial: por qué el periodismo económico tiene tan poco humor”, dijo. “El único gremio más denso que nosotros es el de los abogados”, insistió, llamando a analizar cómo el ejercicio periodístico puede recuperar cierta frescura. O, en otras palabras, “lo mejor de lo común”.
El taller se sustentó en las experiencias de los editores y directores asistentes, con Luis Miguel González facilitando el ejercicio de introspección y, también, el reconocimiento de un persistente factor común en las redacciones: la precariedad. Siempre el periodismo ha sido mal pagado, “salvo algunos periodistas rockstar”, dijo. “Lo nuevo es que la empresa periodística es precaria. Sobran medios y sobran periodistas”.
Y esto se enmarca, a su vez, en el esquivo desarrollo que sigue imperando en las sociedades latinoamericanas, algo que, cuando hablamos de volvernos “cero emisiones netas”, nos vuelca a la realidad, señaló. “Hablamos mucho del futuro que viene y por momentos dejamos de contar el siglo XIX que sigue entre nosotros”. En México, por ejemplo, en torno a un 14% de la población aún utiliza carbón y leña, sostuvo.
Los vapores del mercurio al que aún se exponen muchos bolivianos (como describió Tanya Imaña, de El Deber), los bajos estándares globales que persisten en la producción salmonera de Chile (como indicó Meritxell Freixas, de EFE), o las carencias de infraestructura básica –desde carreteras hasta la falta de líneas de transmisión eléctrica–, como subrayó Nicolás Paut (editor de economía de CNN Chile), llevaron a este último a proponer que, en materia de energías verdes, sencillamente nos estamos moviendo “entre el idealismo y el pragmatismo”. “Me encanta, podría ser el título del taller”, replicó Luis Miguel González.
El riesgo de mantenerse en el idealismo es grande, indicó el periodista. Recordó un artículo de The Economist titulado “El contragolpe verde” (The Green Backlash), o cómo el incumplimiento de las altas expectativas en torno al cambio climático, está llevando al poder “a los escépticos, incluso a los cínicos”, algo que –por ejemplo– muy probablemente facilitará el regreso de Donald Trump en la presidencia de EE. UU. A él, y a todos quienes se jactan de que “todo esto es un cuento”.
Y, con ello, surge la necesidad de “aterrizar” las propuestas periodísticas, afirmó este maestro del periodismo económico. “Cuando estamos hablando de un tema que produce literalmente neurosis (como lo es el cambio climático), necesitamos pensar cómo podemos poner el problema junto con una solución”, afirma. “No es obligatorio, pero es deseable”.
Horizonte largo
Parte del problema del periodismo en el marco de su cobertura del medio ambiente, es que “normalmente cubre ciclos muy cortos”, dice Luis Miguel González. “Uno de los efectos de esta invasión de lo digital es que si antes el ciclo de 24 horas era muy corto, ahora puede ser incluso muy tarde”. Y, con la actual amenaza existencial “estamos hablando de cosas que van a ocurrir en 15, 20 o más años. Tenemos que comprometernos nosotros mismos con un tema a lo largo del tiempo”, afirmó.
Es acá donde, no obstante, surge una distinción para la profesión respecto de sus nuevos y desalentadores competidores. “A los influencers con frecuencia les falta densidad con lo que ha ocurrido en la historia”, dijo el maestro.
“¿Con qué aspectos de esta crisis energética nos vamos a comprometer?”, selló la discusión el periodista.
Y, nuevamente, surgen factores idiosincráticos a enfrentar. Uno de ellos es que, bajo una cultura predominantemente católica, persiste la tendencia a la culpabilización y a la demonización, señaló Luis Miguel González, recordando el caso de una periodista mexicana que no cesaba de criticarse por “no poder dejar de utilizar bolsas plásticas”. La transición, ciertamente, incluiría a algunos combustibles fósiles, entre ellos su representante menos contaminante: el gas.
Y “con frecuencia el periodismo económico en nuestra región es muy ideológico”, añadió. “Muy pro o anti empresa”. ¿Su sugerencia?: “Hacer un periodismo más en busca de hechos que en busca de confirmación de nuestros sesgos ideológicos”.
Es que el riesgo, en este sentido, es patente. “Si lo que uno quiere hacer es ideología, no está haciendo periodismo”.
Nada de ello, por cierto, implica dejar de constatar nuestra evidente realidad socioeconómica. “Un tema en América Latina es el gran poder económico que tienen algunas empresas familiares”, recuerda por ejemplo González.
En la redacción
Bajo una vibrante discusión en torno a cómo las salas de redacción están abordando estos retos (y su permanente “ensayo y error”), el director de El Economista insistió en buscar respuestas en lo sencillo.
En el caso de las empresas listadas en bolsa, por ejemplo, “siempre hay más trabajo que hacer con la información que emiten. A veces ponen frente a nuestras narices información relevante a la que no hacemos caso”, aseguró. Y enfatizó en que las empresas que emiten acciones o deuda dan “muchísima información que no les gustaría dar. Revisen y vean la cantidad de historias que podrían tener”, dijo.
Los estilos de periodismo también rodearon la conversación. “Hay un tipo de periodismo de investigación más duro, más guerrero; respeto muchísimo eso”, dijo el economista de profesión, apuntando con ello a “las Mónicas González”. Pero “no todos están hechos con esa garra”, complementó. “A mí me gusta la divulgación”; es decir, “hacer temas complejos más simples. Quiero con peras y manzanas describir cómo está funcionando la industria cementera”, dijo, por ejemplo.
Mucho pasa frente a nosotros sin que sopesemos su riqueza periodística, reiteró. “Hay un grupo creciente muy activo que se está convirtiendo en buenas fuentes, que son los consultores. Algunos tienen información de muy buena calidad”.
Pero recordó, al mismo tiempo, que un riesgo especial en el periodismo de medio ambiente es “hacer el papel del tonto útil” para algunas organizaciones. El greenwashing, o lavado verde, está a la orden del día a nivel regional.
El seminario-taller ‘Energías renovadas’ se vio marcado por el llamado a recontactar con los elementos del periodismo que se desvanecen por su simpleza. “Tendríamos que proponernos exigirle a la gente que trabaja con nosotros que la segunda nota sea mejor que la primera”, dijo Luis Miguel González. “Con frecuencia el problema es que no estamos buscando otras fuentes. Y podemos tener relaciones tóxicas con ellas”, indicó, comparando este pegajoso nexo con el de un matrimonio antiguo.
Lo claro, según González, es que hoy “estamos más que conscientes del momento complicado que está viviendo nuestra profesión, nuestra industria”. Y la pregunta, a su juicio, es cómo hacer para que “este momento complicado no nos convierta en mediocres, no nos amargue. Es problema uno de los oficios más hermosos del mundo, pero también tiene una tasa de amargura”.
Y también una recompensa única: “Todos compartimos esta paradoja de lo difícil que es hacer periodismo de calidad y al mismo tiempo lo necesario. Y lo agradecida que es la audiencia cuando producimos eso”, concluyó.
Sobre el seminario-taller
Entre el miércoles 12 y el viernes 14 de junio de 2024, se realizó el seminario-taller de directores y editores económicos: ‘Energías renovadas: tras la pista de la transición
energética justa y sostenible’, dirigido por Luis Miguel González, periodista y director editorial del diario El Economista, de México. Un encuentro que reunió a 20 editoras y editores de los medios de comunicación más relevantes de América Latina y el Caribe.
Un espacio que fue posible gracias a nuestra alianza con el banco de desarrollo económico-CAF.
Sobre Luis Miguel González
Director editorial del diario El Economista de México, desde 2009. Es licenciado en Economía por la Universidad de Guadalajara. Estudió el Master de Periodismo en El País, en la Universidad Autónoma de Madrid en 1994, y una especialización en periodismo económico en la Universidad de Columbia en Nueva York. Ha sido reportero, editor de negocios y director editorial del diario Público de Guadalajara, y ha trabajado en los periódicos Siglo 21 y Milenio.
Se ha especializado en periodismo económico y en periodismo de investigación, y ha realizado estancias profesionales en Cinco Días de Madrid y San Antonio Express News, de San Antonio, Texas. Escribe artículos de opinión sobre temas económicos en los diarios del grupo Milenio. Conduce Reunión de Consejo, un foro radiofónico sobre temas de economía y negocios. Es fundador de la Red Iberoamericana de Periódicos Económicos (RIPE), que une a ocho de los periódicos económicos más importantes de América Latina.